En un movimiento que refuerza el eje Moscú-Caracas y redefine el tablero geopolítico latinoamericano, el presidente ruso Vladímir Putin presentó ante la Duma Estatal el tratado de asociación estratégica firmado con su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, el pasado mes de mayo. El acuerdo, que busca consolidar la cooperación bilateral durante al menos diez años, abarca áreas clave como comercio, inversiones, ciencia, cultura, energía y defensa.
La iniciativa, que ya fue ratificada por la Asamblea Nacional de Venezuela, representa un paso firme hacia una alianza de largo aliento entre dos gobiernos que comparten una visión multipolar del orden mundial y una postura crítica frente a las sanciones impuestas por Occidente.
Un pacto de amplio espectro
El tratado no se limita a lo económico. Incluye compromisos en sectores estratégicos como petróleo, gas y minería, donde Rusia se posiciona como socio clave para el desarrollo de infraestructura y transferencia tecnológica en Venezuela. Además, contempla la creación de mecanismos financieros alternativos que permitan sortear el sistema bancario dominado por el dólar, facilitando así el comercio bilateral sin intermediarios occidentales.
Uno de los puntos más sensibles del acuerdo es la cooperación técnico-militar. Aunque los detalles no han sido divulgados públicamente, fuentes diplomáticas sugieren que incluiría asistencia en entrenamiento, mantenimiento de equipos y posible suministro de armamento, lo que ha generado inquietud en Washington y otras capitales del hemisferio.
Contexto geopolítico
Este acercamiento se produce en un momento de alta tensión internacional, con Rusia enfrentando sanciones por su invasión a Ucrania y Venezuela buscando romper su aislamiento económico. Para Moscú, el acuerdo representa una oportunidad de proyectar influencia en América Latina, mientras que para Caracas es una vía para acceder a inversión, tecnología y respaldo político.
Durante la firma del tratado en mayo, Maduro calificó el pacto como “una alianza para el desarrollo compartido y la soberanía de los pueblos”. Putin, por su parte, destacó la “confianza mutua” y la necesidad de “fortalecer la cooperación en un mundo cada vez más fragmentado”.
Próximos pasos
La Duma rusa deberá ratificar el acuerdo en los próximos días, lo que formalizará su entrada en vigor. Se espera que una comisión binacional supervise su implementación y defina proyectos concretos en áreas como educación, energía, transporte y defensa.
Este tratado marca un punto de inflexión en las relaciones ruso-venezolanas y podría tener implicaciones regionales significativas. En un contexto global cada vez más polarizado, la alianza entre Putin y Maduro se perfila como un símbolo de resistencia frente a la hegemonía occidental y una apuesta por un nuevo equilibrio de poder.
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