
Nadie está a salvo de los depredadores sexuales. El horror y el infierno puede tocar a cualquiera. La maldad existe, insertada en los lados más oscuros del ser humano, donde las sombras se apoderan de las luces y en ocasiones las apagan. Nada más inocente que la infancia. La ingenuidad, la ilusión y la fantasía como motor vital. Por eso, la profanación de la infancia resulta nauseabunda. Esa sensación recorrió el cuerpo y la mente de Bradley Wiggins. Aún reverbera ese episodio tan oscuro en Wiggins, que lo escondió en lo más profundo de su alma durante años. El campeón del Tour de 2012, el hombre que supo que era la gloria eterna, recorrió el averno cuando era un niño.
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