La paciencia se agota en el norte del Cauca. Tras más de tres semanas de apagones intermitentes y prolongados, los habitantes de los circuitos 2 y 5 viven entre la oscuridad y la indignación. Las fallas eléctricas, que se extienden desde la noche hasta bien entrada la mañana, han paralizado la vida cotidiana, afectando a comerciantes, estudiantes, familias y especialmente a pacientes que dependen de equipos médicos eléctricos para sobrevivir.
La Compañía Energética de Occidente (CEO), responsable del suministro en la región, ha atribuido los cortes a “daños técnicos y ajustes operativos”. Sin embargo, para las comunidades afectadas, estas explicaciones resultan insuficientes y evasivas. En una reunión reciente, encabezada por Juan Carlos Suárez en representación de la empresa, y con la participación de líderes comunitarios como Fabio Peláez, William Fajardo y el concejal Luis Álvarez, se propuso la conformación de una mesa técnica con autoridades locales. Pero la respuesta de la comunidad fue contundente: “Las reuniones no alumbran las noches sin energía”.
Los líderes sociales exigen medidas concretas: mantenimiento preventivo, inversión real en la infraestructura eléctrica y compensaciones por las pérdidas económicas que los cortes han generado. Comerciantes reportan productos dañados por falta de refrigeración, estudiantes denuncian dificultades para cumplir con sus tareas, y familias enteras viven en zozobra ante la falta de información clara sobre la situación.
En un acto de presión institucional, los habitantes radicaron un derecho de petición que obliga a la CEO a rendir cuentas sobre las causas de las fallas y las acciones que implementará para garantizar la estabilidad del servicio. “Estamos pagando por un servicio que no recibimos, y nadie responde”, afirmaron los líderes presentes, reflejando el cansancio de una población que se siente ignorada por la empresa y desprotegida por las autoridades.
Este episodio pone en evidencia una problemática estructural: la fragilidad de los servicios públicos en zonas rurales y semiurbanas, donde la inversión es escasa y la supervisión estatal, limitada. Mientras tanto, la luz sigue fallando, pero la paciencia ciudadana también tiene un límite.
La pregunta que resuena en las calles de Cauca es clara: ¿hasta cuándo la Compañía Energética de Occidente podrá justificar con promesas lo que la comunidad ya llama abandono institucional?
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